La clave está en cómo van a pasar las empresas de una gestión más eficiente de los recursos a hacer un uso aplicado de los datos
El mundo de mañana es el mundo que ha llegado, y es digital. Las empresas cada vez se definen más por sus capacidades, y por las experiencias que pueden generar, y no tanto por sus productos. Esto exige conocimiento de mercado y adaptabilidad, eficiencia y creatividad, agilidad para anticiparse a las expectativas de nuestros clientes. Lo que tienen en común todas nuestras capacidades empresariales es que requieren de un uso intensivo de tecnología.
Está claro que la tecnología marca nuestro presente y futuro; más en un contexto de excepcionalidad como el que nos ha tocado vivir a raíz del Covid-19. Ya no solo hablamos de digitalización, de potentes ordenadores, teléfonos o televisores inteligentes; hablamos de inteligencia artificial, big data y automatización. Si algo ha traído esta situación es la necesidad de acelerar la digitalización de nuestras empresas en todas aquellas áreas en las que todavía estábamos mirando a medio plazo.
Y aunque es curioso que, a pesar de nuestro afán por controlarlo todo, al conjunto de algoritmos se le puede escapar lo más imprevisible. Precisamente, uno de los retos que actualmente identificamos es ser capaces de estar preparados ante lo que pueda llegar, ante las situaciones más inesperadas. Algo que hemos aprendido a la fuerza. Y para eso, para ser capaces de afrontar, superar y recuperarnos de los contextos más excepcionales, debemos ser conscientes de la importancia de apostar por un tejido empresarial sólido, consolidado e innovador.
En este punto, las empresas del Middle Market juegan un papel fundamental como tractoras de otras más pequeñas e impulsoras de la economía. Nuestra ambición debe pasar por hacerlas crecer y contar con cada vez más grandes empresas que generen empleo y aporten aún más a nuestro Producto Interior Bruto. Y para ello es capital impulsar la digitalización y la tecnología en el seno de sus negocios.
Pero ¿cómo hacerlo? La digitalización no pasa por tener herramientas tecnológicas, o estar conectados en la nube, o tener una tienda online. La infraestructura tecnológica está totalmente comoditizada. Sin llegar a malentendidos, una infraestructura adecuada es fundamental y armarla tiene multitud de retos. Pero antes de avanzar hacia ciertos desarrollos, la clave para hacerlo con éxito es reflexionar acerca de para qué voy a necesitarla, qué problema intento resolver o cómo me va a ayudar a alcanzar mi propósito como compañía.
Lo cierto es que todavía hoy muchas empresas entienden lo digital como recursos funcionales para la gestión de su actividad, cuando deberíamos convertir lo digital en un activo fijo de la compañía. Ser capaces de visibilizar la huella digital que dejamos todos a nuestro paso, tanto las personas como los objetos con los que interactuamos, de convertirla en información para la toma de decisiones y, así, sacar una ventaja competitiva de ella.
En este sentido, el departamento de TI de una empresa no es más que la cocina donde se debe preparar la receta, aunque en muchos casos lo tomamos como el centro de la estrategia de digitalización, solo porque son los que saben de tecnología. Esto es un inmenso error, la receta la crea siempre el chef. El CEO de la empresa debe ser el principal impulsor de la digitalización, y crear equipos multidisciplinares que traigan el mejor conocimiento que tenemos en la organización, para aportar el valor diferencial que debemos ofrecer a nuestros clientes.
En este contexto, es fundamental que todas las entidades integren esta filosofía digital en el corazón de sus compañías, que lo integren como la única vía de alcanzar su propósito como empresa. Algo que empieza por las personas. Es un error pensar que lo digital elimina a las personas. No vamos ahora a decir que la tecnología no va a cambiar las formas de trabajo, en algunos casos reduciendo la necesidad de recursos humanos. Pero sí es justo decir que los recursos más importantes de las empresas van a seguir siendo las personas, aunque los activos más valorados vayan a ser los digitales.
Lo cierto es que la inteligencia artificial que existe hoy en día todavía no soluciona problemas complejos por sí misma, sino que necesita del conocimiento de los mejores expertos para ello, y una vez conseguido, replicarlo exponencialmente. De hecho, un algoritmo solo funciona si es capaz de traducir el conocimiento de un experto. Y es solo cuando identificas el mejor conocimiento que tienes en casa, cuando lo puedes convertir en un activo fijo y no en un recurso escaso que, además, mañana puede irse a la competencia.
De este modo, la superdigitalización de la que tanto se habla ahora no está solo en las herramientas de teletrabajo, en el crecimiento del comercio online, en la sensorización de los productos, o en la automatización de las fábricas. La superdigitalización está en cómo van a pasar las empresas de una gestión más eficiente de los recursos a basar su crecimiento en hacer un uso aplicado de los datos para resolver sus retos de negocio; obteniendo así la única ventaja competitiva que necesitas: ser capaz de adelantarte al resto de forma consistente.
Si a nuestros activos industriales e intelectuales le añadimos activos digitales, seremos capaces de consolidar modelos de negocio impensables hace algunos años. Apostando por el crecimiento y el desarrollo sólido y sostenible a largo plazo y asentando las bases ante cualquier imprevisto.
Artículo de opinión de César Tello, Director General de la Fundación CRE100DO
Publicado el día 2 de septiembre de 2020 en CincoDías, El País Economía.